Desde 2015 Guatemala comenzó a atravesar un nuevo tipo de crisis. La definición de crisis de la Real Academia Española es “un cambio profundo, con consecuencias importantes en un proceso o situación, o en la manera que éstos procesos son percibidos”. Gracias a esta crisis, hoy percibimos de forma diferente los procesos políticos, económicos, jurídicos y sociales. Desde entonces, se ha iniciado un proceso para fortalecer la gobernanza en el país- cuestionando las tradiciones que nos han definido culturalmente y “limpiando” y transformando las instituciones por medio de las cuales se ha ejercido la autoridad en nuestro país.
Promoviendo una Cultura de Legalidad para vivir en un Estado de Derecho
El Estado de Derecho, según algunos expertos[1] es la institución más prometedora de las que hasta ahora ha inventado la humanidad para mejorar la calidad de vida en sociedad. Existe cuando:
- Las leyes se establecen en forma democrática, se aplican a todos por igual y protegen tanto al individuo como a la sociedad, y
- cuando las violaciones a la ley son sancionadas a través de procedimientos y castigos establecidos, aplicándose a todos por igual
La experiencia de sociedades como las de Sicilia, Hong Kong y Colombia apuntan a que es posible cambiar una cultura y reforzar el Estado de Derecho, aún en sociedades donde el crimen, la corrupción y la pobreza han prevalecido.
Existen tres factores elementales para promover un Estado de Derecho:
- Regulación apropiada
- Impartición Efectiva de la Justicia
- Cultura Legalidad
Una analogía efectiva para explicar la relación entre los tres factores es una carreta de dos ruedas donde una de las ruedas es el funcionamiento efectivo y correcto de las instituciones que apoyan el estado de derecho y la otra es la cultura de legalidad, o sea el apoyo de la sociedad al estado de derecho.
Cultura de Legalidad significa que la cultura de un país, o sea sus costumbres, conductas y creencias dominantes simpatizan con el cumplimiento exacto y puntual de la ley[2].
Existe Cultura de Legalidad “cuando la mayoría de los ciudadanos comparten la creencia de que cada persona tiene la responsabilidad de ayudar a construir y mantener una sociedad con un estado de derecho” [3].
En una sociedad donde sus habitantes comparten la creencia de la Cultura de Legalidad:
- La mayoría de las personas conocen las leyes y sus derechos individuales.
- La mayoría de las personas aceptan la ley y están dispuestos a cumplirla.
- Prevalece una actitud en contra de la corrupción y de la delincuencia.
- La mayoría de las personas consideran que el sistema judicial es la mejor alternativa para alcanzar la justicia y lo apoyan.
Sin embargo, pareciera que en el “ADN cultural” de la mayoría de países latinoamericanos, esta simpatía por el cumplimiento exacto y puntual de la ley no existe. Esto se evidencia y se populariza con refranes como los de “hecha la norma, hecha la trampa.” O bien, “pero si todos lo hacen” usadas para justificar el incumplir leyes y normas.
Los reguladores de la conducta humana: armonizando ley, moral y cultura
Existen reglas informales (morales y culturales) que son un complemento inevitable de las reglas formales (legales). Los programas de Cultura Ciudadana parten de reconocer que el comportamiento humano lo regulan tres sistemas: la ley, la moral y la cultura [4]. Para promover cambios de comportamiento colectivo es necesario comprender la forma en que interactúan estos elementos.
La ley son normas intencionalmente establecidas que se manifiestan en la Constitución, leyes y decretos a nivel nacional u organizacional. Son a lo que Douglass North llama reglas formales.
La moral son normas de auto-regulación y están presentes en la conciencia de un individuo. Se manifiestan a través de un sentido del deber y de la capacidad de actuar obedeciendo a ese sentido.
La cultura es “el universo de normas sociales, comportamientos, actitudes, creencias y hábitos compartidos por los individuos de un conjunto social”[5]. Son acuerdos tácitos o códigos de conducta sustentados por mecanismos de regulación cultural (mutua regulación).
Cuando en una sociedad hay armonía entre ley, moral y cultura, los costos de la interacción social se reducen. Cuando se contradicen o la evolución de unas no se adecúa a la de las otras, los costos de la interacción social se incrementan, haciendo la convivencia más difícil.
Transformando el comportamiento colectivo mediante la Cultura Ciudadana
El concepto de Cultura Ciudadana nace como un enfoque de política pública orientado a incrementar el bienestar ciudadano mediante el cumplimiento voluntario de la ley.
Asume que los desafíos en una sociedad no se mejoran solamente haciendo más y mejores leyes y regulaciones, sino también alineando comportamiento, creencias, y actitudes de los ciudadanos en dirección de la ley.
Cultura ciudadana es el conjunto de costumbres, acciones y reglas sociales cuyo ejercicio genera sentido de pertenencia y confianza, facilita la convivencia, conduce al respeto del bien común y propicia el reconocimiento de derechos y deberes ciudadanos[6].
La apuesta por la Cultura Ciudadana implica la transformación de imaginarios en torno a
- la confianza en las instituciones y en los demás individuos
- el sentido de pertenencia a la comunidad/organización/ciudad
- la disposición a cuidar de lo público como de todos
- la resolución de conflictos de forma no violenta
- la reducción de las justificaciones para el incumplimiento de la ley y
- la transformación de expectativas acerca del comportamiento de los demás, entre otros.
Las intervenciones de cultura ciudadana son más que meras campañas publicitarias o de concientización. Se requieren metodologías de impacto que aumenten la confianza entre ciudadanos y hacia la administración pública. Debe buscarse comprometer activamente a las personas en el cambio de sus creencias y comportamientos mediante acciones concretas.
Cómo se logra un cambio cultural: agentes de transmisión y cambios de creencias
Los cambios culturales son lentos, toman al menos una generación, pero comienzan con un primer paso. La educación es el factor más poderoso para lograr cambios culturales. Se educa desde la escuela, pero también desde casa en la educación de los niños, en la iglesia, desde los mensajes que transmiten los medios de comunicación, desde las leyes y normas que nos rigen y desde las opiniones y acciones de los liderazgos que nos influyen. Estos son todos los agentes de transmisión cultural.
Otra forma de promover un cambio cultural es asociarnos en grupos, ya sea grupos religiosos, de voluntariado, de intereses afines, ya que al asociarnos, logramos compartir normas y valores, y estas experiencias nos permiten subordinar intereses individuales a los intereses de la comunidad o grupo con quienes compartimos la experiencia.
En los proyectos de cambio cultural lo que se busca es modificar las creencias de los individuos con respecto a qué es lo que la mayoría de las personas de su grupo de referencia hace o piensa con respecto a determinado comportamiento.
Toda intervención exitosa de cambio cultural está dirigida a transformar estos dos tipos de creencias:
- las expectativas empíricas: creencias de lo que los otros hacen
- las expectativas normativas: creencias de lo que los otros esperan que hagamos
Proceso de Cambio Cultural
Existen cuatro elementos básicos en un proceso de cambio cultural[7]:
- Diseño de acciones basadas en un diagnóstico que permita reconocer con información objetiva las creencias, comportamientos o actitudes sobre las cuales se debe actuar
- Un ejercicio de intervención sistemático, focalizado y con miras a institucionalizarse en programas y políticas públicas, que de preferencia se concentre en un comportamiento específico de alto riesgo e impacto
- Un proceso de monitoreo medible a través de indicadores objetivos de impacto y evolución que incluya retroalimentación a la ciudadanía
- Usar mecanismos de regulación y control social que permitan incorporar ciertas normas sociales en las relaciones entre las personas, para así rechazar colectivamente comportamientos, creencias o actitudes riesgosas en la problemática identificada
[1] Naciones Unidas, Oficina para el Control de Drogas y Prevención del Crimen, Statement to the Opening Session by Under Secretary-General Pino Arlacchi, Décimo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Crimen y el Tratamiento a los Delincuentes, Viena, Austria, abril 10-17, 2000.
[2] Godson, Roy (2000). Guía para desarrollar una cultura de legalidad, Simposio sobre el Papel de la Sociedad Civil para Contrarrestar al Crimen Organizado: Implicaciones Globales del Renacimiento de Palermo, Sicilia: The Sicilian Renaissance Insitute, United Nations Office for Drug Control and Crime Prevention, Citiy of Palermo
[3] Ministerio de Educación Nacional, Subdirección de Mejoramiento, República de Colombia. (2008). La Enseñanza de la Cultura de la Legalidad en la Educación Formal. (2008) Culture of Lawfulness Project- Educación para el Estado de Derecho.
[4] Mockus, Antanas. (2001) Cultura ciudadana: programa contra la violencia en Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1995-1997. p.6
[5] Mockus, Antanas, et. al. (2012) Antípodas de la violencia. Desafíos de cultura ciudadana para la crisis de (in)seguridad en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. p. xix
[6] Ibid cita al pie 2.
[7] Ibid cita al pie 5